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domingo, 2 de enero de 2011
El Hombre Deconstructor
El Hombre Deconstructor
Deus
Siento como si de mi espalda se desprendieran edificios, torres, puentes y ciudades enteras mientras camino, poblaciones enteras que, mientras mueren, gritan mi nombre y piden misericordia por tiranías en contra de mi propia inocencia y de mi propia humanidad.
En mi cabeza escucho los gritos de miles de personas muriendo, personas que no conocí, pero que voy a extrañar de todas maneras. Que amo con todo mi corazón pero que también odio con todo mi ser.
Amo la nostalgia de sus voces mientras ruegan a su dios, yo, mientras me piden misericordia y me piden perdón. Pero odio la tristeza que acompaña esa nostalgia, y me odio a mi mismo por haberme enamorado de ese fantasma tan dulce al olor y tan amargo a la memoria, invisible maldito pero vivo en cada detalle.
Lágrimas atrapadas en la garganta, ahogándose en mi propia saliva, y piedras que sangran mi voz al hablar del presente, del pasado, del futuro, de los mundos imposibles y de todos sus habitantes. Dolor en mis manos y animales en la nuca que no me puedo sacudir, pero que sé que están ahí, que siempre han estado y siempre estarán, carcomiendo mi cráneo y viendo a través de mis ojos.
Te siento a ti, mi gemelo maldito. Te siento. Respirando sobre mi hombro, manoseando mi memoria… tocándome.
Veo tus ojos negros penetrándome y violándome, con tus dientes negros y tus manos sucias, tocándome por dentro, manchando y ensuciando mi casa, mis paredes, mi hogar, donde los besos dejan de importar y el llanto es un cruel eco de las risas que habitaron alguna vez ese lugar.
Odio tu rostro, cara arruga, cada centímetro, tan familiar, tan conocido. Monstruo que me has seguido todos estos años, oliendo mi rastro, huella tras huella, mi esencia tan tuya, porque donde yo termino, tú comienzas.
Te veo tan claramente, conozco tu nombre, siempre lo conocí, solo que antes, cuando yo era un niño, no importabas. Eras nada para mí, nada. Pero creciste conmigo y fuiste conmigo a todos lados, te fuiste fortaleciendo, ganando experiencia y fuerzas… Y yo sabía lo que estabas haciendo, pero entonces no me importabas, me decía a mi mismo que no importaba lo que hicieras, que nunca podrías conmigo. Pero tu mirada estaba ahí siempre.
Y creciste, como un hermano deforme al que se esconde en el ático, como un hongo entre las raíces o como un bebé en los impenetrables brazos de su madre.
Yo te veía, escondido entre las sombras, pero entonces tomabas la forma de un juguete, y de reojo eras solo una ilusión visual, como ese furtivo movimiento que nos hace voltear la cabeza, pero eres rápido, tan rápido que me alcanzaste, y aquí estás, junto a mí, al final de mi vida.
Todos se fueron, todos. A todos los perdí. Pero tú aquí estás, junto a mí. Como siempre lo has estado. ¿Será que al final fuiste tú mi mejor amigo?
Maldito seas, bendito seas, da igual. Al menos tú te quedaste conmigo.
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