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martes, 25 de mayo de 2010
Loki.
Patéticos humanos. Tristes y patéticos humanos. Miradlos. Dan pena, dan risa… dan vergüenza. Regocijándose en placeres mundanos, dignos de los animales. ¿Qué saben ellos de las delicias divinas? ¿Qué saben ellos de poder y gloria? Asquerosos. Veneran prácticamente a cualquier cosa que se les ponga frente a ellos que sea ligeramente diferente, y la ponen en un altar y le ofrecen sus ridículos sacrificios en espera de ser recompensados. Dicen que tienen libre albedrío pero en realidad se mueven al compás de las masas. Hacen lo que les decimos que hagan. Hacen lo que yo quiero que hagan.
¡DIOSES! ¡SOMOS SUS DIOSES! ¡SOY SU DIOS!
Puedo hacer que me adoren de mil maneras, tomar la cara y la forma de cualquiera de sus ídolos. Vírgenes y santos significan nada para mí. Leyendas y mitos me vienen bien, mientras tenga un disfraz diferente para cada ocasión y para cada cultura, todos ellos vendrán a adorarme. Puedo tomar la imagen de un Buda o de un cristo, puedo hacer llorar sangre a las estatuas o que millones vengan a mis centro de adoración, que besen los pies de los santos o las astas de los bueyes, ¡porque al final me están besando a MÍ! Tengo tantos nombres, tantos sexos, tantas formas como quieran. Y todos ellos son míos, todos ellos soy yo. En todas las culturas existo. Todos me conocen, pero todos me niegan, todos me ignoran, todos me temen pero todos me buscan. Hipócritas orgullosos, tan llenos de sí mismos.
Pero por supuesto que no me quejo, todo esto es bueno para mí. La confusión, la ignorancia, el orgullo y la fe ciega. Todo eso me hace lo que soy, el Príncipe de la Mentira. El Señor del Engaño. Y es que tan sólo basta con que yo les diga lo que quieren escuchar, lo que quieren oír, y no lo que necesitan saber. Esto es tan fácil, nadie quiere saber la verdad, todos prefieren seguir engañados. Por eso es que voy ganando. Todos se tragan mis mentiras. Todos morirán engañados. Todos y cada uno de ellos morirá creyendo en mis mentiras. Ni uno sólo vale la pena, y tengo millones de ellos para jugar a mí placer.
Pero… me pregunto, ¿qué ve mi padre en ellos, que envía a su hijo, a mi hermano, para salvarlos?
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